El antisemitismo es un término que hace referencia al prejuicio o la hostilidad abierta hacia los judíos como grupo generalizado. Suele manifestarse en una combinación de prejuicios de tipo religiosos, raciales, culturales y étnicos. Aunque la etimología del término podría dar a entender que se trate de un prejuicio contra los pueblos semitas en general, el término se usa en forma exclusiva para referirse a la hostilidad contra los judíos. El antisemitismo puede manifestarse de muchas formas, desde formas de odio o discriminación individuales, ataques de grupos nucleados con dicho propósito, o incluso violencia policial o estatal.
Los especialistas suelen distinguir tres épocas claramente diferenciables en la historia del antisemitismo, que ha dado lugar a tres tipos de naturaleza bien distinta:
- Antisemitismo religioso: el cristianismo, que comenzó como movimiento dentro del judaísmo, demonizó al judío a través de toda clase de libelos y fomentó durante siglos el odio anti-judío por toda Europa. Además de la hostilidad religiosa, se produjeron las conversiones a la fuerza, que dieron lugar al fenómeno del marranismo. Las persecuciones normalmente tuvieron carácter local. Muchos judíos expulsados se instalaron en tierras del Islam, donde corrieron distinta suerte según lugares y épocas, desde la tolerancia legal como grupo social inferior (véase dhimmi) hasta eventuales persecuciones y matanzas, pero en general no sufrieron el acoso al que se vieron sometidos sus correligionarios europeos, ni se les obligó de forma directa a convertirse a la fe musulmana (aunque hay documentadas conversiones forzosas), si bien la situación de inferioridad y de indefensión eran una invitación a convertirse al Islam.
- Antisemitismo racial: A finales del siglo XIX, cuando los prejuicios religiosos comienzan a quedar desacreditados gracias al liberalismo y a las ideas de la Ilustración, surge en Alemania y después en Francia una nueva fase del antisemitismo –el antisemitismo por antonomasia–, esta vez vinculado a la noción de raza y a la construcción de las naciones, sin connotaciones religiosas, sino nacionalistas y racistas, y circunscrito principalmente a Europa. Tuvo su máxima expresión durante el nazismo.
- Antisemitismo ideológico (también conocido como «nuevo antisemitismo): Tras conocerse el Holocausto y después del Concilio Vaticano II, el antisemitismo tradicional, basado en la raza o en la religión, prácticamente había desaparecido. Según algunos autores, surge entonces un nuevo antisemitismo, que esta vez estaría asociado a la nueva izquierda postsesentayochista y al mundo islámico, y se centra en la legitimidad del Estado de Israel y del conflicto territorial en Oriente Medio. A juicio de los autores que propugnan el concepto, este nuevo antisemitismo «demoniza» el sionismo (al convertirlo en sinónimo de «colonialismo», «imperialismo», «supremacismo» y «racismo») y a «Israel» (como abstracción que encarna nuevamente el mal absoluto, el «judaísmo mundial» y lo «eterno judío»). Aunque no todo el antisionismo es antisemita, este concepto ha servido como refugio de un nuevo antisemitismo.
Algunas de las formas más persistentes del antisemitismo tradicional se basan en estereotipos, calumnias y mitos que han perdurado durante siglos, y que todavía dejan rastro en el lenguaje, en la cultura y en frases hechas. Otras, como el mito del dominio mundial, son formulaciones más modernas y plenamente vigentes. A continuación se citan algunas de las formas de antisemitismo más conocidas:
Mito del deicidio:
El deicidio –el asesinato de Dios – es el mito antisemita más antiguo y el más importante, hasta la irrupción del actual mito sobre la dominación mundial. Este mito se resume básicamente en la siguiente frase: «Dios ha sido asesinado, el Rey de Israel fue muerto por una mano israelita.» Esta frase fue repetida durante siglos, generación tras generación, de forma que para acabar con él, tuvieron que intervenir varias personas, tales como el papa, actualmente, este mito ha quedado en eso, un mito.
La traición de Judas :
Judas Iscariote ha pasado a la tradición cristiana posterior como el traidor por antonomasia. La animadversión popular hacia el personaje se expresa fielmente en la quema, apedreamiento o linchamiento ritual de numerosos muñecos llamados Judas en Carnaval, Semana Santa u otras fiestas populares en distintas celebraciones de España e Hispanoamérica. Esta animadversión hacia Judas, y también hacia los sacerdotes judíos que contrataron sus servicios, fue desviada para que contribuyera al antisemitismo, facilitando la formación de un estereotipo negativo sobre el pueblo judío. A ello ayudó la semejanza entre el nombre de persona Judas y la palabra judío, término que deriva del nombre del reino de Judá . La generalización tuvo éxito a pesar de que evidentemente Judas no era el único judío entre los apóstoles, de que los demás apóstoles judíos no traicionaron a Jesús y de que el propio Jesús fue judío.
Libelo de sangre :
Básicamente, consiste en la acusación de que los judíos asesinan a no judíos (en especial cristianos, o bien niños, tanto propios como ajenos) con el fin de utilizar su sangre en la Pascua o en otros rituales. Hubo cientos de libelos basados en esta creencia, con nuevas variantes que se iban incorporando a lo largo de los siglos.
No eran simples leyendas para entretener a la audiencia: esos mitos ejercieron de desencadenantes de numerosas persecuciones, ensañamientos y crímenes. Las expulsiones de judíos iban precedidas de un clima hostil creado mediante esta clase de libelos.
A pesar de sus variantes, todos los libelos de sangre siguen un esquema parecido:
- Se encontraba un cadáver (habitualmente un niño y cerca de la Pascua cristiana).
- Los judíos eran acusados de haberlo asesinado y de usar su sangre con fines rituales.
- Los principales rabinos eran torturados hasta que confesaban el supuesto crimen.
- El resultado era la expulsión de toda la comunidad judía de esa comarca, o directamente su exterminio.
Mito del dominio mundial :
Ya en 1807 el canónigo jesuita de la Catedral de Notre-Dame, Agustín Barruel, alertó al gobierno francés acerca de un supuesto complot judío internacional «que transformaría iglesias en sinagogas». No obstante, la plasmación más conocida de este mito son Los protocolos de los sabios de Sión, un libelo escrito en 1902 que, pese a que se sabe falso de forma fehaciente, sigue siendo reeditado sin descanso, especialmente en los países árabes.
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