Se encargó de obtener y analizar toda la información de inteligencia de la nación, pero se convirtió en un organismo de represión de toda la Unión Soviética. Desapareció cuando se disolvió dicha Unión. A partir de allí surgió el Servicio de Inteligencia Extranjera, el cual pasó a dirigir las actividades de espionaje fuera del país y le informa directamente al presidente del Gobierno.

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