miércoles, 17 de junio de 2009

Epidemia de cólera en Las Palmas, 1851.

LA EPIDEMIA DE 1851


Un hecho aparentemente irrelevante, como la llegada a puerto canario de unas ropas infectadas a bordo de un barco transatlántico, supuso una dolorosa epidemia que se saldó con 6.000 muertos y un engranaje económico destruido.
El 24 de mayo de 1851 murió repentinamente en el barrio de San José de Las Palmas María de la Luz Guzmán, de oficio lavandera. Tres días después, otra mujer del mismo barrio también fallecía con los mismos síntomas. El 1 de junio, el sacristán de las monjas de San Ildefonso moría también. El 5 de junio, ya propagados los rumores sobre el cólera en la ciudad, la Junta local de Sanidad de Las Palmas declaró oficialmente la existencia de la epidemia.
Todos conocen el carácter fulminante de la infección en las personas, y por eso los médicos actúan con rapidez, a la vez que las autoridades intentan llevarse con tranquilidad ante la población, ya de por sí alarmada.
La declaración oficial del 5 de junio llega a El Eco de Canarias, cuya redacción está en Santa Cruz, el día 12. Se declaran como "patente sucia" todas las procedencias de Gran Canaria, y se prohibe la admisión, en ningún puerto de Tenerife, La Gomera, La Palma o El Hierro, de buques procedentes de Gran Canaria.
Paradójicamente, pocos días antes -el 30 de marzo- el mismo periódico había anunciado el fin de la cuarentena de 12 días que estaba impuesta a los barcos procedentes de Argel. Pero a partir de junio y hasta diciembre de 1851, queda aislada Gran Canaria.
A partir de esos primeros días de junio de 1851, la enfermedad se extiende rápidamente por la capital grancanaria. El terreno está abonado para que cunda este tipo de males epidémicos, en una población mal nutrida, que vive en condiciones de salubridad precaria. Pero, ¿cuál fue el origen del contagio?
En mayo había arribado al puerto de La Luz un buque procedente de Cuba, isla que sufría el cólera, y entre los enseres descargados estaban un colchón, unas ropas sucias y una manta que se habían entregado para su limpieza a la lavandera que falleció el día 24. Averiguar el origen del cólera morbo no fue difícil, y entre la población cundió el pánico y la aprensión a relacionarse con cualquier persona sospechosa de haber estado en contacto con el bacilo.
Esta aprensión es el origen del duro aislamiento impuesto por Tenerife a Gran Canaria, a la que dejan a su suerte.
Sin pérdida de fechas, el alcalde de Santa Cruz, Esteban Mandillo, firma un bando publicado literalmente por 'El Eco de Canarias' el 12 de junio de 1851: el ayuntamiento, de acuerdo con el gobernador de la provincia, toma medidas de higiene para prevenir el brote de la enfermedad en esta isla.
Ese mismo día, 'El Eco de Canarias' publica otras dos noticias de interés:
Una carta del alcalde advirtiendo que las subidas de precios en artículos de primera necesidad están totalmente injustificadas.
Evidentemente, el alcalde Mandillo conoce las consecuencias de estas situaciones epidémicas. Canarias es una región que tradicionalmente ha dependido de suministros alimentarios externos, y en épocas de escasez o aislamiento, el hambre se deja notar automáticamente. En momentos como éste, los especuladores se benefician del miedo y la confusión generalizados, y venden los suministros a precios desorbitados.
b) El segundo texto es un informe, muy útil, elaborado por la Academia de Ciencias de París, que da instrucciones sobre las precauciones a tomar y el tratamiento a seguir en caso de cólera morbo.
El origen de este artículo es, caso muy habitual en los periódicos analizados, una publicación anterior. En esta época no hay inconveniente ético en fusilar textos de diversas procedencias para incluirlos en la sección de noticias del propio periódico.
La epidemia, que duró alrededor de dos meses, dejó a Gran Canaria exhausta: seis mil fallecidos, la agricultura y el comercio arruinados, y una recuperación lenta y trabajosa.
Se celebró una acción de gracias "al Todopoderoso Dios por haber hecho cesar de todo punto la epidemia del cólera morbo asiático que tantos estragos ha hecho en la mencionada isla" (de Gran Canaria) el 23 de noviembre de 1851. ('El Noticioso de Canarias', 29-11-1851, pág. 1).
Días después, el 13 de diciembre, el propio 'Noticioso de Canarias' publica una crónica del tedeum remitida por su corresponsal en Las Palmas.
Desde el punto de vista administrativo, el fin de la epidemia se puede fijar el 20 de diciembre de 1851, día en que 'El Noticioso de Canarias' publica un mandato del ministro de la Gobernación para que se admitan a libre práctica las mercancías procedentes de Gran Canaria, en vista de que ha acabado la epidemia. Pero aquí hay un punto que merece la pena destacarse: el último caso oficialmente conocido data del 18 de septiembre. ¿Por qué tarda Tenerife tres meses en reabrir sus puertos a Gran Canaria?
La interpretación en clave de pleito insular está servida: Tenerife dirá que no hay seguridad absoluta de que el cólera esté extinguido, y por eso sigue aislando a Las Palmas, produciéndole un perjuicio evidente. Gran Canaria de Gran Canaria dirá que las autoridades de Tenerife exageran el aislamiento y que aprovechan las circunstancias para dar la espalda y negar la ayuda en momentos difíciles.
Como en muchas otras "batallas" del pleito insular, cada parte tiene algo de razón, pero en este caso la balanza se inclina en favor de los grancanarios, que se pronuncian a favor de la solidaridad y en contra de un aislamiento muy exagerado: a pesar de que constaba ya en septiembre del 51 el fin de la epidemia de cólera, algunos sectores de Tenerife solicitaron que la incomunicación se prolongara un año más. Tuvo que intervenir Madrid, mediante el mencionado mandato del Ministerio de la Gobernación, para que cesara el aislamiento.
En el siguiente párrafo, extraído de la "Historia de Canarias" de Millares Torres, se refleja perfectamente la situación:
"Desde los tiempos de la Edad Media, en que se condenaba a una población a morir aislada y sin socorro alguno, rodeándola de un círculo de hierro y degollando a todo el que intentara salir de sus muros, no se había dado en el mundo un espectáculo semejante. Exasperados los canarios con estos actos y con el recuerdo de su inmenso infortunio, se publicaron acerbas censuras que fueron contestadas con acritud por los tinerfeños, envenenando las cuestiones que dividían a las dos islas rivales. Las pasiones vivamente excitadas por una y otra parte, exagerando los unos su abandono y los otros su derecho a la defensa, produjeron escritos lamentables donde se acusó a los canarios de deslealtad por no haber declarado antes el cólera, y éstos a los demás isleños de inhumanidad por el rigor en la aplicación de los preceptos sanitarios, entre los cuales hubo algunos inútiles y propios sólo para enconar los ánimos."
En definitiva, la desgracia de la epidemia de cólera morbo de Las Palmas fue contemplada con distancia e indiferencia desde Tenerife, que no prestó la ayuda oportuna, dejando aislada a Gran Canaria e ignorando el interés informativo evidente de los hechos.

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