jueves, 18 de junio de 2009

Genocidios en Yugoslavia.

El crimen de genocidio es definido por Naciones Unidas desde 1951 (Tratado para la prevención y el castigo del crimen de genocidio) como cualquiera de los «actos cometidos con la intención de destruir, en todo o en parte, una comunidad étnica, racial o religiosa por los siguientes medios: a) asesinando a los miembros de la comunidad; b) causando serios daños físicos o mentales a miembros de la comunidad; c) destruyendo los medios de vida para lograr la destrucción total o parcial de una comunidad; d) adoptando medidas encaminadas a evitar los nacimientos dentro de una comunidad; e) traspasando por la fuerza niños de una comunidad a otra».
La claridad de su definición no ha impedido que se produzca un frecuente uso incorrecto e interesado del término “genocidio”, auténtica arma arrojadiza en el caso de la guerra contra Yugoslavia. La acusación contra los serbios de estar cometiendo un genocidio en Kosovo no sólo es desmesurada -pues hablamos de unos 2.000 muertos en 1998, la mayor parte víctimas de combates, y no todos albaneses, además de no estar presente ninguno de los otros medios citados en el Tratado-; sobre todo es un insulto.
Insulto a todas las víctimas de los verdaderos genocidios que ha habido en un siglo pródigo en tales prácticas: armenios, judíos, gitanos, camboyanos, timoreses, indios guatemaltecos o tutsis ruandeses, en cuanto a genocidio como asesinato en masa; pero también, teniendo en cuenta la definición amplia del genocidio, podrían incluirse otros pueblos perseguidos y oprimidos como los kurdos o los palestinos -a manos, éstos últimos, de quienes no han sabido aprovechar su memoria de víctimas para evitar ser ahora verdugos, los judíos.


Insulto, entre todas las víctimas de genocidio, a las víctimas serbias, al pueblo serbio que ha sido una de los mayores perjudicados por guerras y exterminios en Europa en el siglo XX. Sus muertos se cuentan por millones, y de sus consecuencias todavía no se ha recuperado la demografía serbia, hecha a golpe de tragedia. ¿Cómo deben recibir los serbios la acusación de genocidas, tratándose de un pueblo que conserva viva su memoria histórica?
Serbien muss sterbien (los serbios deben morir) era el grito de guerra con el que las tropas germánicas de los Imperios Centrales entraron en Belgrado en 1915. Entre soldados y población civil, la Primera Guerra Mundial costó a Serbia más del 20% de sus cinco millones de habitantes. La mayor parte de los muertos fueron varones y en edad reproductiva, lo que unido al destrozo material del país, supuso un duro golpe a la natalidad del país de la que, ochenta años después, todavía no se ha recuperado.

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