jueves, 18 de junio de 2009

Ética. Tráfico de armas.

Desde que finalizó la Segunda Guerra Mundial, unos 30 millones de personas han perecido en los diferentes conflictos armados que han sucedido en el planeta, 26 millones de ellas a consecuencia del impacto de armas ligeras. Estas armas, y no los grandes buques o los sofisticados aviones de combate, son las responsables materiales de cuatro de cada cinco víctimas, que en un 90% también han sido civiles (mujeres y niños en particular).
A pesar de representar una parte poco significativa del volumen total del comercio mundial de armamentos, su bajo coste las pone al alcance de una gran cantidad de personas para ser usadas en guerras civiles y en conflictos étnicos, o para fines ilícitos y criminales, aumentando la inseguridad de las ciudades y rearmando a toda clase de bandas, grupos paramilitares, mafias, clanes y guerrillas. Cada año más de medio millón de personas muere víctima de la violencia armada: una persona cada minuto.
Siguiendo la definición establecida por Naciones Unidas, por armas ligeras se entiende normalmente todo tipo de armas convencionales que puedan ser transportadas por una persona o por un vehículo ligero, pudiéndose dividir a su vez en "armas pequeñas" diseñadas para uso personal (revólveres y pistolas, rifles y carabinas, ametralladoras ligeras, rifles de asalto y ametralladoras de pequeño calibre), y "armas ligeras" diseñadas para el uso de varias personas (ametralladoras pesadas, lanzagranadas, cañones antiaéreos portátiles, cañones anticarro, lanzadores portátiles, misiles contracarro).


Se estima que en el mundo existe un arsenal de 639 millones de armas de fuego, la mitad cual en manos de civiles y el resto a disposición de los cuerpos policiales y de seguridad, lo que supone una arma por cada diez personas. Desde su invención en 1947, se han producido unos 70 millones de Kalashnikov (AK-47), el arma ligera por excelencia, utilizada en 78 países y fabricada en 14. En algunos países, como los Estados Unidos, cada año salen al mercado más de siete millones de armas, un millón de las cuales son de importación, y puede que haya más armas que personas.
En el pasado, gran parte de este arsenal era suministrado por las dos grandes potencias militares, Estados Unidos y la ex-URSS, ya fuese por intereses puramente comerciales o como parte de su estrategia de rearmar a sus aliados. Hoy, sin embargo, el número de países que suministran este tipo de materiales ha aumentado, con lo que se incrementa no sólo el material puesto a disposición de los compradores, sino la dificultad de controlar este tráfico. UNIDIR ha identificado al menos a 300 compañías de 52 países que en 1994 fabricaban armas ligeras. De éstos, 22 eran países del Sur que producían bajo licencia, y 16 de ellos también exportaban. Aproximadamente, el 75% se fabricaron en los EEUU y la Unión Europea. Otros importantes productores son Brasil, China, Canadá, Japón y la Federación Rusa.
Aunque no se conoce exactamente el valor de la producción y comercio de armas pequeñas y ligeras, se ha detectado un aumento considerable de su importe desde el final de la Guerra Fría, y algunos analistas calculan que su exportación puede tener un valor superior a los 6.000 millones de dólares anuales, es decir, una octava parte del valor total del comercio armamentista. Estados Unidos es el principal productor de munición, aunque Rusia y los países del Este europeo se están mostrando muy activos en los últimos años. La industria europea produce el doble o el triple de su propia demanda, con un ritmo anual de entre 1.000 y 2.000 millones de cartuchos.


El uso de armas ligeras está estrechamente vinculado al carácter interno de los conflictos actuales. Entre 1990 y 1995 murieron 3'2 millones de personas en este tipo de enfrentamientos armados. La proliferación de armas ligeras automáticas ha multiplicado los puntos de violencia del planeta, ha facilitado esa tremenda letalidad de los conflictos, los ha alargado en el tiempo y los ha hecho más difíciles de tratar.
Por otra parte, cuando en una guerra se acumulan centenares de miles o millones de armas, la paz queda luego hipotecada por dicho arsenal, una parte del cual es posteriormente desviado y aprovechado por grupos terroristas, paramilitares, guerrillas, grupos criminales, ciudadanos privados o cuerpos privados de seguridad.
Las armas cambian de destinatarios, pero su cantidad no disminuye. La proliferación de armas ligeras en manos de civiles incrementa las posibilidades de que en cualquier enfrentamiento humano se haga uso de ellas. Ello explica, por ejemplo, que un joven estadounidense tenga doce veces más posibilidades de morir a tiros que cualquier joven europeo.


En noviembre de 1995, la Asamblea General de Naciones Unidas pidió al Secretario General que estableciera un grupo de expertos para que redactaran un informe sobre el tema, que fue presentado en agosto de 1997, y que entre otras cosas recomienda organizar una conferencia internacional para luchar contra el tráfico de armas pequeñas, destruir los arsenales sobrantes y adoptar moratorias regionales.
En Europa, en junio de 1997, los Estados Miembros firmaron un programa para prevenir y combatir el tráfico ilícito de Armas Convencionales, aunque lo más destacable es la Acción Común de 17 de diciembre de 1998, adoptada por el Consejo de la Unión Europea sobre la contribución para combatir la acumulación desestabilizadora y la proliferación de armas ligeras y de pequeño calibre.
En julio de 2001, en la primera conferencia de la ONU sobre armamento convencional, se adoptó un Plan de Acción por el que los gobiernos se comprometían a luchar contra la proliferación de este tipo de armamento y a reducir su demanda. En el año 2006 habrá una nueva Conferencia de revisión, donde todos los países del mundo tendrán que explicar qué han hecho durante este periodo.
En la reunión del G8 en Gleneagles en julio de 2005, los países participantes en su comunicado final mencionaron la necesidad de desarrollar normas internacionales que incluyeran un acuerdo sobre la responsabilidad de los gobiernos. Pese a esta declaración de intenciones no se tienen muchas esperanzas ya que estos mismos gobiernos controlan más del 80 por ciento de las exportaciones de armas mundiales.


Según la campaña Armas bajo control, de la que forman parte ONG como Amnistía Internacional, Intermón Oxfam y Greenpeace, las exportaciones españolas de armas ascendieron en 2003 a 321,9 millones de euros, el cuarenta por ciento de los destinos de las armas españolas podrían estar violando el código de conducta de la Unión Europea.
La campaña Armas bajo Control ha presionado durante casi dos años al gobierno español, que finalmente ha recibido el apoyo del presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, uniéndose así a esta iniciativa mundial que ya contaba con el apoyo de países como Gran Bretaña, Francia, Alemania, Holanda, Kenia, Brasil, Camboya o Finlandia.
El principal cliente de la industria de arma corta española vuelve a ser EE.UU, fundamentalmente en forma de pistolas. Este volumen de exportaciones, frente a las masivas movilizaciones que se están produciendo en este país a favor de un mayor control para el acceso a estas armas, constata una falta de sensibilidad por parte de las empresas exportadoras y de las autoridades españolas encargadas de autorizar este tipo de ventas.
Otro caso es la venta de armas a países sobre los que la UE ha expresado su preocupación por su constante violación de los derechos humanos como son Israel, país al que España exportó armas de fuego de calibre inferior a 20mm por valor de 35.000 euros y Arabia Saudí al que vendió 23 millones de euros en munición.
Aún más censurable si cabe es la venta de importantes cantidades de munición a África. A pesar de la moratoria establecida en 1998 por la Comunidad Económica de África Occidental, en la que se prohibía la importación, exportación y producción de armas ligeras, España ha continuado vendiendo grandes cantidades de munición en esta región africana. Los casos más alarmantes son: el de Ghana (2,7 millones de euros en 2002).
Durante el verano del año 2000, además, y dada la evidencia que desde Ghana se estaban desviando armas y munición a países vecinos en conflicto como Sierra Leona, Nigeria o incluso Angola, el Gobierno ghanés prohibió de manera indefinida cualquier tipo de actividad relacionada con el comercio o la producción de armas ligeras. El otro caso es la venta de munición para armas ligeras a numerosos países subsaharianos, destacando Sudán que sufre una grave crisis humanitaria y que está sometido a un embargo de armas desde 1994.

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