viernes, 19 de junio de 2009

Ley de prensa. Fraga. 1969.

El 15 de marzo de 1966, el Pleno de las Cortes aprobó con sólo tres votos en contra la Ley de Prensa e Imprenta, conocida como «Ley Fraga», pues a la sazón ocupaba el Ministerio de Información y Turismo Manuel Fraga Iribarne.
Hasta entonces, la información en España se había regido por una ley dictada en abril de 1938, en plena Guerra Civil, por Serrano Suñer. Aquella ley de guerra imponía la censura previa, contenía duras sanciones contra cualquier vulneración a su articulado y dificultaba enormemente la creación de nuevos medios informativos.
La «Ley Fraga» mejoraba sustancialmente la situación, pues reconocía el derecho a una información libre. Desgraciadamente, su famoso artículo 2º matizaba tales libertades de forma tan amplia e imprecisa que su ejercicio sería casi imposible y quedaba sujeto a tan arbitrarias interpretaciones que a su amparo, en los once años que estuvo vigente, se abrieron cerca de seiscientos expedientes administrativos a medios informativos y periodistas.
Y, pese a todo, la «Ley Fraga» suscitó un optimismo extraordinario. En los años siguientes nacieron siete diarios: Tele Express, Nuevo Diario, Diario SP, Nivel, Diario Femenino, Diario de Pontevedra y Primera Página, pero su diversa y, en general, adversa fortuna pondría de manifiesto las limitaciones que encajonarían la prensa española en los años sesenta y setenta... años cruciales, pues en ellos se decidió la Ley de Sucesión, ocurrió el asesinato de Carrero Blanco, la muerte de Franco y el comienzo de la transición que nos conduciría a la democracia.
Debe decirse que, aparte de la presentación previa de los ejemplares en la oficina de control del Ministerio, la información internacional era prerrogativa exclusiva de la estatal Agencia EFE; en el mundo de las ondas, Radio Nacional era la única emisora que podía dar información (entendiéndose información política); en el campo de la Televisión, sólo existía por entonces una cadena y ésta era estatal. Además, fue reformado el Código Penal, que tipificó como delitos las infracciones contra el mencionado artículo 2º, y se puso en marcha, en 1968, la Ley de Secretos Oficiales, que impediría a los medios de comunicación hablar sobre temas tales como la descolonización de Guinea, el escándalo Matesa y diversos asuntos de terrorismo.
En el funcionamiento de aquella Ley durante los días cruciales del final del franquismo deben distinguirse varias etapas. La primera es, sin duda alguna, la del ministro que la puso en marcha, Manuel Fraga Iribarne, que estuvo al frente de Información y Turismo hasta finales del verano de 1969. Fueron poco más de tres años en los que se incoaron 457 expedientes contra la prensa, de los cuales tres concluyeron en sanciones muy graves, 27 graves y 151 leves... Como muy graves deben calificarse los cierres por dos meses del Diario Madrid y del semanario Destino; como graves, la condena a Néstor Luján y los procesos a Martínez Albertos, Pedro Altares, Rafael Calvo y Miguel Angel Gozalo. Pero el caso más grave, con mucho, fue el del diario, entonces de corte liberal, El Alcázar, cuya cabecera explotaba la empresa Prensa y Ediciones S.A. (PESA). El 27 de septiembre de 1968 fue suspendida su publicación, hasta que su cabecera terminó nuevamente en poder de sus primitivos propietarios, quienes lo sacaron a la calle convertido en un órgano ultraconservador.
El periodo Fraga Iribarne se cerró con los peores augurios para la libertad en España. Primero, un estado de excepción provocado por el comienzo del terrorismo etarra, que nos volvió a los días de la censura. Luego, la designación como «sucesor a título de Rey» del Príncipe Juan Carlos, asunto de buen augurio si no hubiera sido por el escándalo Matesa, que estalló inmediatamente después y terminó cargándose aquel Gobierno, con Fraga incluído, e instalando a Sánchez Bella en el Ministerio de Información y Turismo, un hombre incapaz de pensar o moverse en otra dirección que la indicada por las orejeras que llevaba puestas desde su juventud.
Sánchez Bella llegó al Ministerio en el otoño de 1969 y puso la primera piedra en su lucha contra la libertad y la información abortando el nacimiento del diario Nivel. Poco después la revista Triunfo era suspendida por cuatro meses, poniéndola al borde de la quiebra.
Pero este inefable ministro alcanzaría el cénit de su obra inquisitorial cerrando, el 25 de noviembre de 1971, el Diario Madrid, aprovechándose de un problema de propiedad de acciones. La destrucción del edificio por la inmobiliaria que lo compró fue, seguramente, la imagen más elocuente de la opresión final del franquismo.
En esos momentos postreros del régimen ocurrieron cosas importantes en el mundo de la prensa: nació Cambio 16 (1972), el semanario más importante del final de la dictadura y de la transición y cabeza de un grupo clave para la instauracuión de la democracia. Pese a las medidas de la dictadura, la libertad rompía las cadenas. Hubo un ministerio efímero, el de Liñán Zofío, conocido porque estaba al frente de Información y Turismo cuando ETA asesinó a Carrero Blanco.
Con la muerte del presidente del Gobierno, se remodeló este, llegando a Información y Turismo Pío Cabanillas Gallas, tercera etapa en el control de la «Ley Fraga», la que todos los periodistas recordamos como más libre y aperturista. Es la época de la eclosión de las revistas (auge de Cambio 16, nacimiento de Doblón, Hermano Lobo, Por Favor, Ciudadano...) y revolución del lenguaje, buscando claves comprensibles para los lectores y difícilmente sancionables por el aparato represor («el paro ilegal», o sea, la huelga; presos condenados por el Tribunal de Orden Público, igual a presos políticos, que, según el franquismo, no existían, etc).
Franco estaba enfermo, la Prensa rompía el corsé de la «Ley Fraga», la oposición pululaba con cierta soltura por la Universidad, los despachos de abogados y los comités de empresa... el país cambiaba a ojos vistas, pero la Dictadura aún daría el último coletazo. Pío Cabanillas saltaba del Ministerio y era sustituído por León Herrera Esteban, otro inquisidor. A él se deben los cierres temporales de Triunfo, Cambio 16, y las sanciones contra el Correo de Andalucía, el Ya y Por Favor, el encarcelamiento del periodista Huertas Clavería y, en fin, 147 actuaciones administrativas en sólo el primer semestre de 1975.
Franco murió el 20 de noviembre de 1975 y, la «Ley Fraga» comenzó a oxidarse

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